Cajones desordenados
Sucede de vez en cuando.... a veces en raras ocasiones, esa sensación de tener los cajones desordenados. Esos compartimentos que en otros dias olían a limpio, a aire fresco, a cosas clasificadas por uso, por tamaño,por textura, por inclasificables, por sobrar, por estar rotas, guardadas, escondidas hasta que alguien en algun momento las vuelva a recordar, a rescatar de la oscuridad, de la alineación.
Pero ahora los cajones se desordenan, se vuelven caóticos, con vida propia, comienzan a oler raro, se mezclan con la ropa impregnada a tabaco, a alcohol o a sudor.
Se multiplican los papelitos aquellos, donde escribimos la mas frívola tontera o la mas desgarradora de las verdades del día, los boletos de micro, las boletas del supermercado, las cuentas sin pagar, la corbata de algún amigo, la última fotocopia de un libro que no leeré, una cáscara de nuez..
Los cajones desordenados, entreabiertos, suplicando tiempos mejores
cuando la casa olía a colonia de lavanda, a cera incolora, a sol, a comida casera.
Los cajones desordenados y yo sin ganas de ordenarlos,... dejémoslos así.
En plena oscuridad se nota menos... me gustan, me reflejan,
no quiero ordenarlos, quiero que los objetos se busquen entre ellos, se aparejen por atracción, por textura, por suciedad, por forma, pero que se busquen solos, se enreden.
Recuerdo esa figuras recurrentes en las pinturas de Dalí, mujeres con cajones en el cuerpo, en el torso, en los muslos.
Y entonces ayer todo cobró sentido: un amigo lejano de esos que veo cada 10 años me pregunta... ¿ y tus cajones están ordenados?
Y me reí.
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