Bajo la nieve eterna
"Recuerda: siempre seré tu fan número uno.....recuérdalo siempre".
Así se despedía siempre Ricardo, no éramos tan amigos tampoco, habíamos dejado de vernos hace un tiempo en que éramos jóvenes, estábamos todos recién casados y veíamos la vida con la inocencia de los cuentos infantiles. Los azares de la vida nos fueron separando de a poco, pero a veces coincidíamos en algún evento familiar y la consigna de despedida siempre era la misma: " recuerda......" .
Era un tipo alegre, alegre de nada, o de todo, la vida le hacía cosquillas, avanzaba rápido por los riscos del éxito, pero el vértigo de llegar a las cumbres lo hacía buscar sensaciones extremas, vivir a concho, buscar en la prisa, la vertiginosa sensación de respirar hasta el fondo de los pulmones y tragarse la vida, entrar en el más profundo de los trances. Creo que esas ganas de absoluto y de vértigo lo llevaron a escalar, no tenía experiencia, pero ganas y adrenalina le sobraban. Escalaba la pared del Glaciar Yver, en dirección a la cumbre del Cerro El Plomo (Andes Central, Región Metropolitana) cuando cayó estrepitosamente 300 metros, la muerte fue cosa de segundos. Ha sido tan complicado el lugar donde cayó que ha tardado dos días en rescatarlo, veo a su mujer en algunos diarios y en tv y me parece imposible que esto esté pasando y cómo una noticia que muchas veces me es tan ajena se convierte en algo dolorosamente cercano.
Averiguo sobre El Plomo y me encuentro con que hace 50 años encontraron allí a un niño momificado de ocho años, era la ofrenda que los Incas ofrecieron al dios Sol (Inti), hace más de 500 años. Lo adormecieron con chicha y yerbas y lo depositaron en una tumba de piedra, allí fue encontrado intacto y con un rostro de dulce sueño eterno. Se chocan en mi cabeza los rostros de ambos, de Ricardo y el niño, muertos contra su voluntad en la nieve eterna y silenciosa de Cerro El Plomo.....